sábado, 18 de abril de 2009

TEMA 3
Aprender en la edad adulta.


Etimológicamente el término adulto (adultum) procede del latín que significa “el que ha crecido”, por ello en el Diccionario de la Lengua Española aparece definido en esta línea, refiriéndose a lo que ha llegado a su mayor crecimiento y desarrollo.
Realmente, este término no puede definirse tan fácilmente, pues su simbolismo es muy relativo; varía en función de la cultura y la sociedad y depende a veces de las normas jurídicas existentes.
En nuestra sociedad se entiende que el término adulto definido desde distintos ángulos es: biológicamente, el adulto es reconocido por su edad cronológica y su maduración biológica; psicológicamente, se define en función del desarrollo cognitivo y la motivación que le ha surgido, y que le es intrínseca; pedagógicamente, el adulto tiene más a ras de piel la receptividad, conoce más valores y los tiene más asimilados, disponen de una capacidad de transferencia mayor…; y social y culturalmente, será en función de los rasgos y los ritos de paso.

Los principales rasgos de la adultez son numerosos, mas se citarán algunos citados en el libro recomendado.
Sentirse estable con su cuerpo y alma, con su vida y la sociedad. Debe saber que su capacidad ahora resulta más lenta, pero que sin embargo, su comprensión es más profunda. Sabrá que es responsable de su conducta, pues ya habrá conquistado su autonomía y capacidad de controlar los impulsos y de actuar de forma realista.
Sabrá establecer relaciones armónicas y tendrá la posibilidad de autoorganizarse. Aceptará las responsabilidades y predominará la razón en sus decisiones. Por último, será posible establecer una familia pues se encontrará en su plenitud, sabrá y podrá rendir laboralmente, tendrá poder sociopolítico y poseerá autonomía funcional.
Resumidamente, los rasgos característicos según Luisa Sarrate, serán la capacidad de autodirección, alto nivel de responsabilidad en base a una ética propia, desempeño conjunto de diversos roles y agente activo con una proyección-incidencia social elevada.

Las etapas evolutivas de la adultez son clasificadas desde diferentes vistas por los distintos autores, pero el autor de nuestro libro ha recogido las más comunes o representativos.
El modelo motivacional afirma que el punto de partida está en los intereses: los situados entre los 18 y 30 años se centrarán en vivir, de los 31 a los 40 se desviarán hacia las propias energías, en los diez años siguientes afianzarán y valorarán su personalidad, a los 50 se preocuparán por el puesto alcanzado, de los 60 a los 70 la preocupación es la jubilación y después su interés será la salud y la dependencia que padecen.
El modelo empírico distingue cuatro eras: preadultez (hasta los 17 años), adultez temprana (hasta los 45, más vital y enérgico), adultez intermedia (finaliza a los 65, declive de capacidades) y adultez tardía (65 en adelante).
El modelo clínico añadió a los cinco periodos de la teoría psicoanalista, tres más denominados psicosociales y que seguían el principio de epigénesis: etapa de la joven edad adulta (18-30 años, establecerán relaciones positivas y en especial con el sexo opuesto), etapa de la edad adulta intermedia (30-60 años, mayor plenitud y madurez) y etapa de la edad avanzada (60 en adelante, unificación de la personalidad y la vida).

En general se distinguen tres grandes edades: primera edad o adultez temprana, segunda o adultez media, y tercera edad o adultez tardía.
La primera, se caracteriza por el acceso a la edad legal, el enfrentamiento con el mundo laboral como primera experiencia, la creación de una familia, y el deber de cumplir los derechos de la sociedad a los que se encuentra obligado moralmente.
En la segunda etapa se da una consolidación de los roles profesionales y sociales, es la etapa de mayor productividad, sobre todo intelectual y artística, se alcanza el grado máximo de autorrealización, época de mayor contribución socioeconómica y política, se da una ligera declinación en las funciones físicas, finalmente existe un riesgo de alejamiento forzoso del mundo laboral.
La tercera etapa es la del descenso en todos los sentidos, disminuyen las actividades sociales, los intereses se vuelven menos intensos, aparecen afecciones crónicas, y desciende la capacidad para el trabajo e intelectual.
Como se puede comprobar, en cada etapa se tienen unas necesidades diferentes, por ello se utilizan estructuras de etapas distintivas de la vida y se actúa según las necesidades. Por ejemplo, en la tercera edad, la preocupación de los que llegan es la jubilación, mientras que la de los primeros, la adultez temprana, es la necesidad de introducirse en el mundo laboral.
A pesar de que el tiempo del desarrollo de cada individuo es relativo, pues varía según las características individuales, estas diferenciaciones nos son de utilidad para la organización y la consecución de mejores resultados en las intervenciones. (...)

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